LA BOLSA DE BERLAGE: DE LA TRADICIÓN A LO MODERNO









LA BOLSA DE BERLAGE: DE LA TRADICIÓN A LO MODERNO


Si el viajero llega a Amsterdam por tren, saldrá de la estación central y abarcará una amplia calle que le conduce hasta el corazón de la ciudad. En su paseo, tal vez no preste atención a un edificio que se alza, enorme e imponente, a su izquierda. Se trata de la famosa "Bolsa", proyectada en 1903 por el arquitecto holandés Hendrik Petrus Berlage (1856-1934) y que allí conocen directamente con el nombre de "Beurs van Berlage", asociando para siempre el edificio con quien lo proyectó. Pero si el viajero es atento, quizás llamen su atención la austera fachada de ladrillo desnudo, la escasez de decoración, los amplios ventanales o la torre que remata uno de los lados de la construcción.

Berlage, que había estudiado arquitectura en Suiza, se formó dentro de las corrientes historicistas que imperaban en el panorama europeo en la segunda mitad del siglo XIX y en sus primeros años como profesional acusa también influencias del Modernismo. Sin embargo, a fines de la centuria lo encontramos trabajando en su estudio de Amsterdam, mostrando cada vez más interés por los nuevos materiales y por introducir en sus obras elementos de corte racional. 

Es en este contexto en el que decidió participar en el concurso para construir el nuevo edificio de la bolsa de Amsterdam. Y aunque no fue el ganador, resultó finalmente ser el arquitecto encargado de la construcción.

La "Bolsa de Berlage" es una significativa síntesis de las diversas tendencias que bullían en la mente del arquitecto. Una acertada mezcla de elementos formales de carácter tradicional con planteamientos de base racionalista, que anuncian ya el inmediato triunfo del Movimiento Moderno. Ello explica que algo tan tradicional como el ladrillo se convierta en el elemento básico de la edificación y que, al mismo tiempo, se huya de los excesos decorativos, dando al conjunto la sensación de desnudez y austeridad que tan bien lo caracteriza. Del mismo modo, la ordenación de la línea de ventanales y los hastiales lasterales en ángulo, que remiten a contextos industriales, contrastan con la presencia de arcos de medio punto (en algún caso con arquivoltas simuladas) o con la propia torre de esquina, una concesión a las arquitecturas medievales italianas.

Si el viajero decide pasar al interior de la Bolsa, se verá de nuevo sorprendido. Tras atravesar diversos espacios accederá a un amplísmo salón diáfano, de más de 20 metros de alto, con una cubierta de cristal a dos aguas sostenida por tirantes de hierro dorado que evocan arcos diafragmas. En los laterales hallará dos plantas, que se asoman al vacío central mediante balaustradas.

De esta forma el interior nos muestra con claridad la idea del arquitecto de dar prioridad al espacio y al volumen vacío, quedando la forma restringida a las paredes perimetrales del salón. Por todo ello, la Bolsa de Amsterdam es un ejemplo de primer orden acerca de cómo, a comienzos del siglo XX, estaban empezando a cambiar las concepciones arquitectónicas y se iniciaba el paso de la tradición a la modernidad, mediante la búsqueda de la funcionalidad de las formas. Hoy esta bolsa no cumple ya su antigua función y se ha convertido en un importante centro cultural. Seguro que a Berlage, que tenía ideas socialistas, no le hubiese desagradado.

Aquí teneís en inglés una biografía de Berlage y fotos de algunos de sus edificios más destacados. En la misma línea, podéis visitar también esta página. Por otra parte, si alguno sabe neerlandés (difícil empeño), la Wikipedia holandesa dedica al edificio una extensa información que no puedo valorar. Además, el centro cultural que se aloja actualmente en la antigua bolsa dispone también de su propia web, con muchas imágenes y un plano actualizado.





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